Desde nuestra tierna infancia, al ingresar al circuito educativo e insertarnos en la sociedad; nuestras maestras, maestros y padres, nos enseñan cómo debemos comportarnos para que esa integración sea exitosa.
Así, en el jardín de infantes comenzamos por aprender cómo vestirnos para asistir al colegio, cómo saludar a la señorita y compañeritos, cómo jugar, compartir e incluso a volver a guardar los juguetes y dejar el aula ordenada antes de irnos a casa.
Claramente, a medida que vamos creciendo, nuestro aprendizaje también va evolucionando. Pero sin dejar de lado el dar forma a nuestro comportamiento, o al menos aquel que de nosotros se espera, para integrarnos de la mejor manera posible a la sociedad.
Luego de años de formación, podríamos decir que nuestros comportamientos personales ya llegan a un standard, o sea, que nos comportamos todos días más o menos igual.
¿Pero, qué hace que mañana cuando te levantes para encarar tu día como lo hacés siempre, lo hagas de una manera diferente a como lo has hecho hoy o como lo hayas hecho en el pasado?
¡Exacto! La diferencia está en cómo te podrías estar sintiendo ese día. No es lo mismo si estás tranquilo que nervioso, si estás calmo que ansioso, si estás contento que triste… Nuestras emociones, nuestros sentimientos, influyen en nuestros comportamientos y por ende, en el resultado final de los mismos, que es ni más ni menos, en nuestras acciones y su resultado o sea, nuestro rendimiento.
Pero a diferencia de lo que nos ha pasado con los comportamientos. ¿A quién de ustedes le han enseñado en el colegio (en cualquier nivel) a reconocer y manejar sus sentimientos?
Afortunadamente esto está cambiando, pero para aquellos que como yo, ya llevan algunas décadas encima, lo más probable es que nunca nadie te haya hablado al respecto, más que tal vez nuestros padres o algún familiar cercano, quien seguramente también aprendió como pudo… Así que les propongo veamos un poco cómo funciona este ciclo. Y para eso empecemos por el principio.
¿Qué es una emoción?
Si vamos a la bibliografía, vamos a encontrar diferentes definiciones, pero la que a mi más sentido me hizo, es una que dice:
“Las emociones son energías que se manifiestan en nuestro cuerpo transmitiendo información, buscando expresión y motivando a la acción”
¿Y cómo se generan?
Acá la cosa se empieza a poner interesante, porque para su formación intervienen 3 factores, a saber:
- El contexto.
Por ejemplo, si estamos saliendo tarde de casa para ir a una reunión importante, y ya estando cambiados y vestidos con nuestro mejor atuendo, resulta que nos volcamos una taza de café encima. Seguramente reaccionemos de una manera completamente distinta si nos pasara lo mismo en plenas vacaciones y volcamos nuestro trago sobre nuestra ropa mientras estamos sentados en la playa disfrutando del paisaje.
- Experiencias pasadas.
Nuestro cerebro posee como una gran base de datos, donde guarda todo lo que alguna vez nos pasó. Así, cuando enfrentamos una situación, lo primero que hace es ir a buscar a esa base de datos si ya hemos vivido algo así y cuál fue el resultado (si fue bueno, malo, agradable o no, etc.)
- La Intercepción.
Que es, ni más ni menos, toda la información que nuestro cuerpo (músculos, tendones, órganos, vasos sanguíneos, sistema circulatorio, etc.) envía a nuestro cerebro.
¿Y cuantas emociones existen?
Y acá la respuesta es mucho más compleja, ya que no hay un criterio único al respecto, habiendo autores que defienden la existencia de 6 emociones básicas universales: miedo, ira, asco, tristeza, sorpresa y alegría. Hay otros que hablan de 27 y que escalan a más de 600, si tomamos éstas y las desplegamos, en base a qué tanta energía acarrean y qué tanto placer o displacer generan.
Difícil entonces entender y reconocer todas las emociones que podríamos sentir, ¿no?
Ahora que ya sabemos más sobre las emociones, es importante entender que ninguna situación o contexto, por sí mismo, es capaz de disparar o generar una emoción, sino que es lo que pensamos sobre eso que nos sucede, lo que nos estamos diciendo sobre esa situación, lo que despierta nuestras emociones. Las que como vimos, impactan en nuestro comportamiento y finalmente en nuestras acciones, afectando por consiguiente nuestro desempeño.
Así, se ve una clara relación en entre lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos. Por lo que, si fuéramos capaces de “identificar/entender que estamos pensando”, o reconocer y administrar nuestras emociones, podríamos entonces mejorar nuestro desempeño.
De hecho, hay toda una disciplina llamada “Inteligencia Emocional” que se enfoca exactamente en esto. Así que como te imaginarás, en este tema hay mucho para hablar.
Pero hasta que en algún otro encuentro profundicemos en el tema, te propongo que empieces a ejercitar un poco en reconocer y registrar tus pensamientos y emociones. ¿Cómo? dando un pasito a la vez.
- Cuando sientas que las emociones te invaden, intenta tomarte unos minutos antes de dejar que el impulso te lleve a actuar. Acordate que las emociones son energías que buscan transmitir información y motivarnos a la acción
- Con papel y lápiz en mano, intenta identificar y tomar nota de
– ¿Qué estás sintiendo?
– ¿Qué estás pensando? ¿Eso que estás pensando, es real? ¿Eso es tal cual lo que está sucediendo o es algo que te estás contando?
Y después de hacer esto, fijate cómo te sentís. Por lo general, ya más calmo y mirando la situación de manera más objetiva, podrás tomar mejores decisiones guiadas por la razón, en lugar del impulso de la emoción. Entonces ahora sí, pasá a la acción.
Probalo y contame qué tal te fue…
“Cuida tus pensamientos, porque se convertirán en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convertirán en tus actos. Cuida tus actos, porque se convertirán en tus hábitos. Cuida tus hábitos, porque se convertirán en tu destino.” Mahatma Gandhi
Lic. Jonatan Gutman
Consultor, facilitador, coach de equipos y negocios.
Staff Planearte