Estrés, ansiedad, cansancio, desgaste mental, agotamiento, son algunos de los síntomas con los que se distingue el Síndrome de “Burn Out” o también llamado “Quemado”, que lamentablemente escuchamos cada vez más seguido.
O sea, es el término que define un cuadro de agotamiento profesional reconocido por la Organización Mundial de la Salud en 2019, que se refleja en un cuadro de agotamiento mental, físico y emocional causado por el estrés y la ansiedad, que surge principalmente del entorno laboral, pero claramente también es alimentado por todo el estrés y ansiedad que también vivimos día a día fuera de nuestro trabajo.
A partir de todo esto, las ideas de trabajar mejor, más inteligentemente o encontrar una mejor administración de nuestros tiempos, cobran fuerza. Y entre todo lo que he visto, lo que más me atrajo es un mix de técnicas que incluyen Agile, Slow y Esencialismo.
Sobre Agile ya hemos conversado en algún artículo anterior, por lo que no entraré en detalles y solo diré que nos propone generar mayor valor, con menos trabajo, haciendo foco justamente en aquellas actividades que agregan valor a nuestros clientes.
Slow propone, no ir más lento, sino encontrar un ritmo saludable y sostenible que nos permita estar presentes a aquello que estamos haciendo y disfrutarlo, transitarlo conscientemente.
Y el Esencialismo, en el libro homónimo Bestseller de Greg Mckeown, propone enfocarnos en lo que verdaderamente importa, descubriendo en qué invertimos nuestro tiempo, nuestra energía. Y entre los diferentes temas y ejercicios que plantea me atrajo mucho el concepto de “decir No”.
Es que sólo si nos damos permiso para dejar de intentar hacer todo, permiso para dejar de decirle que “sí” a todo el mundo, es que podemos hacer nuestra mejor contribución a aquello que realmente importa.
Así, siguiendo este concepto, te pregunto:
- ¿A qué/quien le decís que no en tu día a día?
- ¿Te cuesta decir que “No”?
- ¿Cómo te sentís al hacerlo?
- ¿Y al recibir un “no” a un pedido tuyo?
Por lo general, nos cuesta mucho tanto decirlo como recibirlo. De hecho, muchas veces decimos que “si” pero es “no”. Entonces, ¿no es mejor un “No” comprometido, que el precio de un falso “si”?
El “no” encarna un gran poder, el de cuidarte, el de permitirte ser más selectivo y hacer un uso más eficiente de tus capacidades y energía. Eso no implica ser rudo o grosero, si aprendemos a darlo de manera efectiva y que aporte valor a ambas partes.
Entonces, para despedirme, te dejo un pequeño ejercicio. A partir de mañana, cada vez que le digas “si” a algo/alguien sin estar convencido, pensá…¿a qué le estás diciendo que “no”?
Lic. Jonatan Gutman
Especialista en Relaciones
Staff Planearte