Como charlamos en encuentros anteriores, ya sabemos que la máxima Nº 1 cuando hablamos de comunicación, es que “Todo lo que hacemos comunica”.
Entonces, a partir de esto, la pregunta que se me viene a la cabeza es: ¿Si todo comunica, estás prestando atención a todo lo que está contenido en el mensaje, para entenderlo correctamente?
A partir de esta idea, hoy haremos foco en cómo “escuchamos” y la primera pregunta que quisiera hacerte es ¿Cuando escuchás, escuchás a tu interlocutor o te escuchás a vos mismo?
Por qué te pregunto esto…es que por lo general nuestra cabeza está llena de preconceptos y “vicios” al momento de escuchar.
Esos preconceptos por lo general se los conoce como “Modelos Mentales”, que no son más que estructuras que tenemos en la cabeza dada por nuestra historia, nuestra experiencia, nuestro entorno, lo que estudiamos, vivimos, etc… O sea, todos los mensajes que nos llegan de alguna manera u otra los pasamos por este filtro que nos hace entender las cosas de una determinada manera.
Por ejemplo, ante una misma situación, alguien que estudió ingeniería y alguien que estudio psicología, o alguien que vive en Argentina y alguien que vive en Estados Unidos, seguramente vean cosas diferentes. Simplemente porque sus cabezas están “seteadas” de manera diferente en base a su experiencia, historia, cultura, etc.
Una buena manera de probar cómo funciona esto es, por ejemplo, ver qué pasa en un club de lectura, donde varias personas leen un mismo libro, pero a pesar de leer exactamente lo mismo, al analizarlo y discutirlo, cada uno vio y se quedó con algo diferente de la historia.
Entonces, ya a partir de esto nuestra escucha ya no es imparcial y cada uno de nosotros pasa el mensaje que recibe a través de un filtro propio que le da un tinte particular.
Adicionalmente a nuestros modelos mentales, se suman los vicios de nuestra escucha dados de manera natural por cómo funciona nuestro cerebro que desde que existimos. Tiene 2 premisas:
- Evitar el dolor y buscar placer
- Ahorrar energía
Entonces es a partir de todo esto, al escuchar, nuestro cerebro cae en los siguientes vicios:
- Falta de concentración: Al ser un tema que no nos interesa o creemos ya conocer, nuestro cerebro, siguiendo la 2da. premisa, simplemente se desconecta y pasa a otra cosa.
- Asumir/Reaccionar antes de tiempo: Al igual que en el vicio anterior, cuando nuestro cerebro cree saber quá nos van a decir, simplemente completa la historia a su manera.
- Criticar/Dar opinión: al escuchar y no ponernos en el lugar del orador, pasamos el mensaje por nuestro modelo mental, juzgándolo en lugar de intentar comprenderlo
A todo esto, se suman sesgos como los de Observación selectiva y el de Confirmación, entre otros, donde dirigimos nuestra atención a una parte del mensaje en función de nuestros intereses o que confirma/favorece nuestra creencia y descartamos el resto.
Así todo esto hace que nuestra escucha sea poco imparcial pudiendo crear un gran “gap” entre lo que nosotros entendemos y lo que nuestro interlocutor nos dijo.
¿Y cómo solucionamos esto?
Básicamente, tenemos 2 poderosas herramientas:
Una es la escucha activa, método sobre el que ya conversamos en artículos anteriores, que propone escuchar poniendo el 100% de nuestra atención y empatía.
Y la segunda es, ahora que somos conscientes sobre los vicios de la escucha y cómo funciona nuestro modelo mental, es nuestra responsabilidad estar atentos y mitigar su efecto al ver que entran en juego en nuestro proceso de comunicación
O sea, la próxima vez que converses con alguien no olvides preguntarte ¿lo escucho o me escucho?
Lic. Jonatan Gutman
Especialista en Habilidades Blandas
Staff Planearte