Según Winston Churchil, ex Primer Ministro de Gran Bretaña, el éxito es ni más ni menos que la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.
Algo que a algunos tal vez les suene inspirador, mientras que a otros les resulte algo naif o poco realista. Lo cierto es que asumir nuestros errores y aprender de ellos es algo esencial en cualquier proceso de aprendizaje, pero poco incentivado en el mundo organizacional.
Tal vez sea por la manera en que fuimos educados, donde se premiaba el saber y se castigaba el error, pero según la especialista en liderazgo y aprendizaje organizacional Amy Edmonson (además autora de artículos, estudios, 7 libros, profesora de Liderazgo de la Universidad de Harvard y consultora de infinidad de empresas e instituciones tan renombradas como la NASA), el problema principalmente radica en 2 puntos:
- Que las organizaciones entiendan que existen distintos tipos de error y que incluso alguno de ellos es deseable.
- Realmente aprender del error, algo que es mucho más difícil de lo que creemos.
Para empezar y poder aprender del error dice Amy, lo primero que debemos hacer es dejar de lado lo que llama “el juego de la culpa”.
¿Qué significa esto? Que al producirse o encontrarse un error, lo primero que se pregunta es: ¿Quién fue? O sea, se busca el/la culpable…¿y qué sucede entonces? La gente se inhibe y esconde los errores barriéndolos bajo la alfombra hasta que son muy grandes y explotan, haciendo todo mucho peor.
Por lo que el primer paso para aprender de los errores, es generar un ambiente de confianza donde todos los miembros del equipo/organización se sientan seguros de hablar, marcar posibles/potenciales errores de otros y por supuesto poder levantar la mano y decir “Mala Mía” cuando fue él/ella quien cometió uno.
Por un lado, es entendible ya que nadie de nosotros recibe un bono a fin de año por ser quien se equivocó más veces, o es halagado por su jefe por cometer el error más grande del área. Pero si no comenzamos a cambiar la pregunta de ¿Quién fue? Por la de ¿Qué pasó?, no podremos hacer que nuestros equipos se sientan cómodos y seguros de marcar los errores a tiempo.
Ahora sí, con esto en claro, podemos trabajar con la idea de que existen diferentes tipos de errores y no todos ellos son malos, ¡incluso algunos son deseables!
- Errores operativos: Estos errores son lo que queremos evitar. Son aquellos errores que se producen a lo largo de un proceso que es claro y conocido, por ende, el error se debe a fallos, sea de equipos o de factor humano (pudiendo ser desatención, cansancio, falta de conocimiento de la tarea, etc). Por ejemplo, en una línea de montaje de una planta.
O sea, son errores que no nos enseñan nada, solo nos invitan a corregir desvíos de lo que ya sabemos que funciona y listo.
- Errores inevitables: Estos errores son lo que me gusta llamar “la tormenta perfecta”. Porque son aquellos que se producen en situaciones tan complejas, que cuando varias variables se alinean se hace casi imposible revertir la situación. Un ejemplo de esto sería una sala de emergencias de un hospital.
Entonces en estos casos, debemos analizar lo sucedido para que esa información nos sirva a entender que sucedió y así evitar o al menos mitigar el riesgo de que algo así vuelva a suceder
- Errores Inteligentes: Estos son los errores que buscamos tener, producto de la experimentación. O sea, son errores que nos hacen avanzar en nuestro conocimiento, haciéndonos crecer y expandiendo nuestro horizonte incluso adelantándonos /diferenciándonos de nuestra competencia.
Por ejemplo, éstos son los errores que producen las áreas de Investigación y desarrollo, errores controlados, pequeños, rápidos y económicos que nos permiten aprender y progresar.
Ahora que ya entendemos qué errores son deseables y cuáles no, tenemos que buscar la mejor manera para aprender de ellos. Y esto lo podemos hacer en 3 pasos.
- Detección: Hacer visible la falla lo antes posible a que se vuelva catastrófica. Si bien nadie quiere ser el mensajero de las malas noticias, lo mejor es declarar la derrota a tiempo y reducir el impacto del error.
- Análisis: Debemos ir más allá de lo obvio y tener paciencia para detenernos a investigar por qué salió mal, aunque el resultado nos pegue en nuestro ego. Y para esto, lo mejor es sumar otras miradas diferentes a la nuestra, que puedan ver las cosas desde un punto de vista diferente al nuestro y así sumar información.
- Experimentación: Debemos producir errores estratégicos, a través de la experimentación sistemática. O sea, crear situaciones que nos permitan testear lo que queremos averiguar de manera pequeña, rápida y barata sin poner en riesgo nuestro patrimonio e integridad.
Entonces, a partir de estos conceptos, me sale preguntarte:
¿Y vos, cómo te llevás con el error? ¿Te lo permitís a vos, a tus colegas? ¿Qué haces para aprender de él? Tal vez este artículo te ayude a repensarlo y enfrentar el error desde un ángulo más constructivo.
Lic. Jonatan Gutman
Especialista en Habilidades Blandas
Staff Planearte